
Apenas 8 km. separan el Aeroporto Costa Smeralda, en Olbia, de esta pequeña localidad: Murta Maria.
Pude comprobar, en dos escasos días de estancia, que se encuentra situada, a mi modo de ver, de una manera privilegiada en la zona más al sur de la bellísima Costa Smeralda.
En mi primer día en Cerdeña iba a tener mucha suerte, y os explico porqué:
Aquella noche iba a hospedarme en un pequeño apartamento, situado en Casa Maria Marina, así que después de recorrer el trayecto desde el aeropuerto hasta la localidad mediante el servicio de trasporte público (donde en otras partes le llamaríamos autobús, allí le llaman pullman).
Lo primero que hice fue dirigirme a donde tenía mi reserva, pues ya había quedado así previamente con la persona encargada de la gestión del apartamento.
Esta persona resultó ser Marina, la misma propietaria del inmueble, que desde el primer momento hizo gala de su amabilidad y simpatía.
Tanto es así, que una vez cerramos todos los trámites de rigor, referentes a mi estancia allí aquella noche, y viniendo a la conversación sobre si comería ese día en el apartamento mismo, o quería que ella me indicase algún lugar de la zona donde comer bien, le confesé que mi intención era prepararme aunque fuera unos bocadillos, y salir a andar a visitar el mar, las playas…
Tenía tantas ganas de conocer aquel mar, que en lo único que pensaba era en dirigirme hacia él; no quería entretenerme ni siquiera parándome en algún lugar a comer.
Marina, muy amable, como digo, se ofreció a indicarme un lugar que iba a encantarme, si realmente a mí no me importaba andar un poquito.
Le dejé bien claro que no tenía ningún problema por andar, más bien al contrario, ya que me gustaba caminar (y más si era entre los bellos paisajes de Cerdeña).
Me indicó entonces la manera de llegar a tres playas que resultaron ser preciosas: Sas Enas Appara (conocida también como Le Tre Sorelle), La Spiaggia del Dottore, y Cala Lauretta.
Así que, una vez marcados el camino y los lugares en el google maps del móvil, para que me sirvieran de referencia y consulta, partí.
No sin antes, por supuesto, agradecer a Marina su hospitalidad y simpatía, y su amabilidad en mostrarme dicho camino a esas playa.
Nos despedimos también en aquel momento, ya que seguramente ya no iba verla ese día, ni al día siguiente, que era cuando yo iba a abandonar el apartamento para dirigirme a mi próximo destino.
Ya era mediodía… y después de pasar por el cercano Supermercato Turchese (que recomiendo en esa zona), y proveerme de algo de pan delicioso que se hace en Cerdeña, queso “pecorino” sardo (del que haré mención aparte más adelante), agua y fruta, enfilé la carretera hacia mi tan deseado mar.
La zona estaba muy tranquila, y al ser octubre, todavía hacía suficiente calor, pero quizá no tanto como para que recorrer el camino andando resultará agobiante.
Así que aquella excursión estaba resultando, desde un inicio, de lo más placentera… Y además: por fin estaba en Cerdeña!!
Las indicaciones de Marina, de momento eran muy buenas… aunque en algún punto de mi recorrido tuve que pensármelo un poco y consultar bien google maps para decidirme. 🙂
El camino correcto resulto ser el de la derecha (aunque por el de la izquierda realmente también se podía llegar, pero se hubiera hecho más largo).
Me acercaba cada vez más por fin al mar de Cerdeña, porque empezaba a vislumbrarlo, lo que me proporcionaba una gran alegría.
Poco a poco el mar va cobrando espacio en el paisaje, y toda la maravilla de colores aparecen ante tus ojos: los azules, los turquesas, los verdes, en contraste con los grises, ocres , pardos y marrones de las rocas y la tierra.
Y esto es mucho más así, cuando de repente aparece ante tus ojos la imponente Isola Tavolara… Es una imagen con mucha fuerza y belleza, que no te deja indiferente.
Fue un momento muy mágico el llegar a la Spiaggia Sas Enas Appara, que era la primera playa que yo tenía ocasión de pisar en la Sardegna.
Me impresionó la belleza y tranquilidad de sus aguas; y de todo el entorno, incluyendo la ya mencionada Isola Tavolara, que se alzaba majestuosa presidiendo el horizonte.
Fue como si el tiempo se detuviera en aquel instante.
Todos los momentos, todo lo vivido hasta llegar a aquel mágico lapso de tiempo, parecían tener sentido por el solo hecho de haberme conducido a esa escena que estaba viviendo con una inmensa intensidad, y a su vez, con la más absoluta sencillez.
Todo ocurría con tanta naturalidad, que sentí que estaba donde hacía mucho tiempo deseaba, y necesitaba, estar.
Es evidente, que fue un momento muy, muy especial para mí.
Es esta una vivencia muy personal, subjetiva completamente, pero es mi vivencia; y, naturalmente, es la que yo debo contar.
Porque lo cierto es que llevaba años deseando hacer este viaje, deseando conocer la isla de Cerdeña… Y por un motivo u otro, siempre debía posponerlo.
Semanas antes del viaje, sucedieron en mi vida ciertos acontecimientos imprevistos que me provocaron bastante estrés, y mientras preparaba el viaje, tuve que sortear y solucionar a su vez algunos contratiempos.
Recuerdo que llegando en el avión, y cuando ya se podía vislumbrar la tierra abajo, la costa noroeste de Cerdeña en este caso, no pude contener alguna lágrima de emoción… Era un poco todo como: Por fin he llegado!!
Si te mueves hacia la izquierda de esta playa, siguiendo la costa, a los pocos minutos llegarás a una bonita cala: la Spiaggia del Dottore.
Por el estrecho sendero, pegado a las rocas, que te acerca a dicha cala, las imágenes que puedes contemplar a tu alrededor son de gran belleza.
Aquí ya empecé a darme cuenta de las formas peculiares que adoptan las rocas en Cerdeña. El viento y el agua van creando una erosión en ellas, que les hace adquirir aspectos de lo más singulares y sorprendentes.
(Más adelante, tuve ocasión de comprobar a gran escala, todo este mágico fenómeno de la erosión en las rocas de la Sardegna… Pero todo eso os lo mostraré en otra parte del viaje)
La Spiaggia del Dottore es una pequeña cala, donde desde el primer momento te llama la atención la pequeña construcción que se halla en uno de sus extremos, pegada a la arena, a escasos metros del agua.
Creo, que aunque está permitido el acceso, esta caleta es de propiedad privada, (de hecho, se encuentra muy cercana a ella un chalet, con un camino y puertas que acceden directamente).
La pequeña “torreta”, tiene una rampa de cemento, por donde seguramente accede al agua algún tipo de embarcación… Digamos que es una especie de “garaje”.
El agua del mar en Cerdeña, te sorprende por su gran transparencia… En la Cala del Dottore, en aquel momento, y al ser algo nuevo para mí, pude tener una total evidencia de ello…
Es cierto que luego te das cuenta de que es algo muy común en la mayoría de las playas de las islas de la Sardegna.
Si en la playa de Sas Enas Appara había encontrado apenas unas pocas personas, en la Cala del Dottore me encontraba completamente solo…
Después de tomar un baño, en la más absoluta tranquilidad, en unas aguas nítidas como cristal, en un mar que se encontraba aquella tarde en una calma asombrosa… la sensación de paz y sosiego eran de lo más agradables.
Volví a enfilar el sendero por el que había venido, de vuelta hacía Sas Enas Appara… decidí acercarme a visitar la tercera de las playas que Marina, muy amablemente, se había ofrecido a indicarme.
Tomando el mismo sendero por el que había llegado a la primera de las playas, Sas Enas Appara, debía encontrar un pequeño desvío ahora al volver que me llevaría a la Cala Lauretta (más tarde descubrí que también se puede llegar bordeando las rocas desde la vecina playa de Sas Enas Appara, pero en aquel momento no lo sabía).
Creo que a la primera me lo pasé de largo ese desvió, pero luego por fin pude darme cuenta de donde estaba, y a los pocos minutos estaba en la Spiaggia Lauretta.
También me encontraba solo allí… Era octubre, la tarde estaba algo nubosa, lo que le daba una belleza muy especial… Cayeron cuatro gotas, pero eso no fue impedimento para que tomara un baño en esa pequeña caleta…
No hacía nada de frío… Así que, todo y la suave lluvia, era placentero estar bañándose en aquel mar de Sardegna.
La lluvia cesó, y la tarde iba cayendo… Era cuestión de seguir, no sin antes tomar alguna foto más…
Regresaba entonces por el mismo camino por el que había venido, pero aún quedaban horas de luz, así que decidí tomar un desvió que me pareció interesante… tuve suerte de en aquel momento allí se encontraba un vecino de la zona, que amablemente me confirmó que aquel camino me llevaría a la playa… Yo no sabía de que playa se trataba, pero luego comprobé que se trataba de una pequeña bahía de una gran belleza.
La calma en aquellas horas era inmensa… El mar apenas se movía, y en cielo, los contrastes de las nubes sobre los azules y grises, le daban a todo el paisaje un aspecto de singular y serena belleza.
La tarde concluyó recorriendo las costa de esa pequeña bahía, un rato bordeando las rocas, luego por la arena de la playa… Mucha calma, hasta que ya la luz del Sol se marchaba, y oscurecía por momentos…
Porto Istana se me presentaba en aquel momento como un lugar de una espectacular calma; las olas apenas golpeaban al llegar a la playa… Todo estaba lleno de una gran serenidad.
Al regresar hacía el apartamento, unas cuántas gotas más se decidieron a volver a caer.
Había sido un día estupendo; mi primer día en Cerdeña. 🙂
Aquella noche llovió bastante; yo dormí muy tranquilo esperando el nuevo día para proseguir mi ruta en aquel primer viaje a la Sardegna.
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